Apelar a las Naciones Unidas sirvió de algo. El abogado del líder anarquista Alfredo Cospito, que lleva cuatros meses en huelga de hambre, consiguió un pronunciamiento. O mejor dicho, una condena al Estado italiano.
El pasado 25 febrero el comité para los Derechos Humanos de la ONU recomendó que Italia respete los artículos 7 y 10 del acuerdo internacional sobre los derechos civiles.
Es decir que a Italia le pidieron que deje de torturar. Sin embargo, hasta la fecha el Gobierno italiano, a través de de su ministro de Justicia no cambió su postura.
Mientras tanto, los diarios ha publicado una carta del anarquista que remonta al pasado enero.
Las primeras palabras son: “Hoy estoy listo para morir para que el mundo conozca qué es verdaderamente el 41 bis!”. Agrega que en la cárcel no se puede leer libremente lo que quiere o abrazar a un querido. Incluso la foto de sus padres, recuerda Cospito, le fue secuestrada.
Al anarquista no se le escapan las estrategias comunicativas empleadas para describirlo como un monstruo y que, tras la muerte, posiblemente harán de él un mártir.
Cospito aclara que si lo que quiere el Estado es que traicione a los compañeros afuera, sepa que, como buen anárquico, nunca voy a plegarme a un chantaje. Aceptar órdenes, para un anárquico, sería un insulto. Tampoco es un chantaje el suyo. Si se va a morir es porque en esa tumba, como la llama, lo que le pasa no se puede definir vida.
El condenado va mucho más allá de la perspectiva personal. Afirma que el problema del Estado es que el mundo conozca las condiciones del régimen 41 bis. Hasta ahora 750 personas han aguantado sin atreverse a quejarse. Tenían que pensárselo, observa Cospito, antes de poner en la cárcel a un anárquico.
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