El 2024 ha marcado un hito sombrío para Italia, con el país consumiendo el 500% de sus recursos naturales, una cifra alarmante que solo encuentra paralelo en Japón.
Según datos revelados por un estudio de la Università degli Studi Niccolò Cusano (Unicusano), en lo que va del año, Italia ha alcanzado un nivel de consumo que supera cinco veces sus capacidades anuales, agotando así todas sus fuentes naturales incluso antes de que finalice mayo.
Esta tendencia, de continuar, llevaría a una situación donde Italia necesitaría una superficie tres veces mayor que la del planeta Tierra para satisfacer la creciente demanda de recursos por parte de sus habitantes.
El informe se centra en la crisis climática y la estabilidad alimentaria, resaltando los riesgos y las consecuencias sociales, territoriales y empresariales.
La investigación señala que países como Catar, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos y Luxemburgo son los mayores contribuyentes a la crisis climática.
En tanto, en la lista de países más virtuosos destacan Indonesia, Ecuador y Jamaica.
Ningún país europeo ha adoptado políticas efectivas contra la crisis climática y el agotamiento de recursos
El viejo continente consume más de lo que la Tierra puede producir naturalmente en un año.
La situación se agrava con el excesivo uso de plástico, el desperdicio alimentario y la accesibilidad a los alimentos.
A nivel mundial, se desperdicia el 30% de los alimentos producidos, lo que genera la emisión de 4.800 millones de toneladas de gases de efecto invernadero.
En Italia, el desperdicio alimentario alcanza los 67 kg por persona al año, mientras que al menos cinco gramos de plástico son consumidos semanalmente a través de los alimentos.
Este despilfarro no solo tiene un impacto ambiental, sino también económico, afectando duramente al tejido productivo e empresarial del país.
El informe también advierte sobre los impactos futuros del cambio climático, como temperaturas extremas, sequías, aumento del nivel del mar y pérdida de biodiversidad, con consecuencias especialmente graves para las poblaciones más vulnerables.
La solución a estos problemas requiere una revolución social, cultural, política y económica.
Se trata de una necesidad urgente de reducir las emisiones de carbono, adoptar dietas más equilibradas, reducir el uso de plásticos y cambiar los comportamientos de consumo.
