Un fin de semana caracterizado por declaraciones contrastantes. Por un lado, el vicepremier Matteo Salvini remarca orgulloso su “terquedad y cabeza dura”, afirmando que no dará el brazo a torcer. Por el otro, el vicepresidente Luigi Di Maio que intenta parecer conciliador, manifestando abiertamente que su partido “busca solo aliviar y no fomentar las tensiones en el interior del Gobierno”, no sin antes insinuar que las voces que hablan de crisis política han sido fomentadas precisamente por “algunos” de los representantes del actual mandato.
Sobre el controvertido tema del TAV, Di Maio mantiene una posición que él mismo describe como “fiel a las indicaciones y programación de las obras previstas claramente por el contrato en vigencia”, mostrándose contrario a discutir nuevamente los términos del mismo; añade que la prioridad en este momento sería “identificar los puntos críticos a nivel de cada región para reactivar y encaminar obras de todas las categorías, no solo el TAV”.
Mientras tanto, Salvini se muestra decidido a retomar cuanto antes las construcciones TAV mediante, según él, un inminente decreto ley y un nuevo código de las licitaciones que reactivarían las obras de manera prioritaria.
Según el viceministro Salvini, poner en marcha las obras públicas suspendidas es una “emergencia nacional” y se declara más activo que nunca sobre todos los frentes de negociación “a pesar de las intimidaciones de las que soy objeto”, remarca .
Alude de esta manera al decreto Diciotti, del cual Salvini se declara “para nada arrepentido” y precisa que no hará marcha atrás sobre ninguna de las decisiones tomadas hasta ahora.
Otro argumento de tensión entre los dos partidos de gobierno hace referencia a la ‘Via della Seta’, que trataría los acuerdos comerciales entre Italia y China.
Mientras Salvini se declara parcialmente a favor “con la condición que se tutelen las telecomunicaciones y los datos sensibles de los italianos”, Di Maio, aludiendo a la actual posición de la Lega y de los Estados Unidos, aclara que se trataría de un acuerdo exclusivamente dedicado a las exportaciones y operaciones comerciales, que nada tendría que ver con acuerdos políticos entre las dos naciones.