“No puede estar acá, es una zona militarizada”. Es la segunda vez que me dicen esta frase en el mismo día. Primero, un militar con su fusil en mano mientras se cerraban las rejas del campo de refugiados en mis narices, y ahora un policía de civil que aparece corriendo desde lo lejos en el puerto de Lampedusa mientras a escasos metros un barco de la Guardia di Finanza hace las maniobras finales para amarrar con decenas de migrantes en la cubierta.

Me alejo unos 50 metros hasta subirme al techo de un depósito donde la policía deja que se ubiquen los medios. En un abrir y cerrar de ojos, el lugar se llena de cámaras, policías, médicos, ambulancias y minibuses de la Cruz Roja.

Es la primera vez que veo la crudeza de un desembarco en vivo, pero es una mañana igual a cualquier otra en la isla. Giro mi cabeza y mientras algunos entran en silla de ruedas a la casilla de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) con los que queda de aliento, al fondo turistas disfrutan de los últimos rayos del verano.

Solo 113 km separan a Lampedusa del continente africano. Está mucho más cerca de Túnez que de Sicilia. Desde hace décadas, el punto más meridional de Italia recibe miles de migrantes en precarias embarcaciones y ha sido testigo de numerosas muertes en sus costas. Septiembre de 2023 volvió a vestir de luto a la isla: dos bebés murieron durante el desembarco de 10.000 migrantes en solo 48 horas.

Pese a la belleza irreal de sus playas con aguas que no son cristalinas, sino turquesas, y a su fina arena blanca, Lampedusa aparece en los medios del mundo por las muertes de los desesperados.

El papa Francisco eligió en 2013 este pedacito de tierra perdido en el Mediterráneo para su primer viaje como sumo pontífice. Diez años después, llegó el turno de las visitas de la premier, Giorgia Meloni, y de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que se comprometieron a terminar con “los desembarcos ilegales” y a que sean Italia y Europa quienes decidan quién entra en el viejo continente.

En estas costas paradisíacas, algunos barcos flotan y otros no. Turistas pagan cientos de dólares para ver el efecto de las embarcaciones que debido a lo transparente del agua y a la sombra visible que generan parecen flotar en el aire. En esas mismas aguas, decenas de migrantes mueren cada año cuando sus precarias embarcaciones naufragan.

Protestas en Lampedusa: la solidaridad de los locales vs. la criminalización del Gobierno

El colapso fue total. Que en una isla con alrededor de 6.000 habitantes desembarquen solo en dos días 10.000 personas no es viable. No importa si son solicitantes de asilo, turistas o diplomáticos. Es simplemente inviable.

Para dimensionar, el hotspot –infraestructura militarizada donde son ubicados los migrantes tras su arribo– tiene capacidad solo para 400 personas. Quienes desembarcan ilegalmente son trasladados transitoriamente hasta este punto y en un lapso menor a 48 horas, reubicados en campos de refugiados en otras ciudades de Italia, donde permanecen hasta regularizar su situación migratoria que puede llevar años.

Durante aquellos dos días, ante semejante desborde, los desembarcados deambularon por toda la isla. “No estamos en contra de recibir migrantes, no se puede dejar morir a la gente en el mar, pero esta isla no está preparada para recibir 10.000 personas en dos días”, explica el dueño de un comercio local.

“Somos una isla que vive del turismo, no queremos ser estigmatizados”, replica otro.

Y a diferencia del Gobierno nacional, en Lampedusa todos repiten: “Los migrantes no son delincuentes, a lo sumo piden comida. Lo único que quieren es irse cuanto antes de esta isla. Nuestros problemas son otros”

Lampedusa es una isla que solo tiene vuelos directos con Roma dos meses al año. No tiene un hospital. Sus habitantes deben ser atendidos en un poliambulatorio al que cada tanto llega un especialista desde Catania o Palermo. Los casos graves deben ser trasladados a Sicilia en helicóptero y aquellos con enfermedades graves que deben someterse a un tratamiento permanente viven su propio infierno.

Sin embargo, Meloni parece no haber tomado nota del reclamo local y al día siguiente de su visita, anunció desde Roma, la creación de nuevos centros de acogida para migrantes “lejos de las grandes ciudades para evitar que aumenten los casos de delincuencia”.

Felice, de la ONG Maldusa, no duda al afirmar que la visita relámpago de menos de tres horas de Meloni y Von der Leyen antes de embarcarse a la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York fue “un oportunismo político” para reforzar la criminalización de los migrantes y cerrar despiadadamente las fronteras del continente.

Resta preguntarse si acaso también ha sido un recurso para reforzar la teoría de defensa nacional ante un enemigo externo en tiempos bélicos.

El rol de África y los “actos de guerra”

La premier italiana tiene tantos detractores como admiradores, pero hay algo que todos deben reconocer: su inteligencia. Al frente del Gobierno dejó de pronunciar elogios a Benito Mussolini y sus ideas más radicales de extrema derecha para delegar todas esas banderas en sus ministros.

El vice primer ministro Matteo Salvini es uno de los que ha aceptado con orgullo el juego propuesto. A raíz del colapso en Lampedusa, el líder de la Lega calificó los desembarcos como “actos de guerra” que son “el símbolo de una Europa que no existe, que es cómplice y que deja que cada país afronte los problemas”.

Es interesante repasar de dónde llegan la mayoría de los migrantes: Afganistán, Siria, Libia, Marruecos, Malí, entre tantos otros países de Oriente Medio y África.

Si bien fenómenos naturales de los últimos días como el terremoto en Marruecos y las inundaciones en Libia aceleraron el éxodo de miles, las razones detrás de estos flujos migratorios son siempre políticas.

Se trata de desesperados que huyen de guerras, de conflictos internos, persecuciones e inestabilidad. Están convencidos que poner sus vidas en riesgo en una precaria embarcación en el mar es más seguro que quedarse en sus respectivas naciones.

¿Puede pensarse que la vía libre de las autoridades tunecinas a que zarpen decenas de botes en pocas horas es un acto deliberado para perjudicar a Europa en medio del acercamiento entre África y Rusia? Podría ser, pero no deja de ser una hipótesis.

Lo interesante es recordar lo que decía Meloni antes de llegar al poder, donde recriminaba a Emmanuel Macron por el colonialismo y extractivismo francés, idea que de alguna manera volvió a poner sobre la mesa en su discurso en la ONU.

“África no es un continente pobre. Es, por el contrario, un continente rico en recursos estratégicos. Posee la mitad de las minas del mundo, incluyendo abundantes tierras raras, y el 60% de las tierras cultivables, a menudo no utilizadas. África no es un continente pobre, pero ha sido a menudo, y es, un continente explotado. Con demasiada frecuencia, las intervenciones de las naciones extranjeras en el continente no han sido respetuosas con las realidades locales. A menudo el enfoque ha sido depredador, pero incluso paternalista”, sentenció.

¿La Puerta de Europa o un trampolín al infierno?

Lampedusa es tan pequeña que se llega a todos lados caminando. En 10 minutos a pie desde el centro se alcanza el aeropuerto que no suele tener más de tres vuelos diarios.

Monumento Puerta de Europa, en Lampedusa.
Monumento Puerta de Europa, en Lampedusa. (Foto: AhoraRoma.com)

A dos minutos del aeropuerto, se erige la Puerta de Europa, un monumento inaugurado en 2008 bajo el auspicio del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. La obra está dedicada “a los migrantes que perecieron mientras intentaban el viaje marítimo desde el norte de África a Europa”.

A solicitud del diseñador Arnoldo Mosca Mondadori, en 2020 fue restaurada y se le incorporó un espejo para que todos en Lampedusa vieran su reflejo y quien no estuviera de acuerdo con la recepción de migrantes pudiera “reflexionar y mirar sobre todo dentro de sí mismo”.

A través de la enorme estructura se puede ver el mar que parece infinito, pero que tras la niebla y el horizonte esconde las vecinas costas africanas. Al cruzar la puerta y girar, el marco encierra buena parte de la Isla, el principio de la Europa soñada.

Esa misma puerta ha sido testigo de cientos de muertes. Esta vez, un bebé recién nacido y otro de cinco meses. En 2013, 366 muertos en solo un naufragio. En octubre de 2014, más de 300 personas desaparecidas, en abril de 2015: más de 600 personas. Y así sigue una lista interminable de víctimas mortales que muchas veces ni siquiera llegan a los medios en un continente que se acostumbró a apilar cadáveres en la puerta de entrada y que señala con el dedo a aquellos que sobreviven a la odisea.

Buena parte de la humanidad parece haber olvidado que todos hemos sido migrantes alguna vez

Un sirio entre las decenas de migrantes que acaban de desembarcar esa mañana mira a las cámaras de todos los medios y repiteshukran Italia” mientras se agarra la cabeza. No sabe lo que apenas 24 horas atrás pronunciaron las líderes de Italia y Europa ni cuánto crecieron sus posibilidades de que las autoridades decidan regresarlo al infierno del que milagrosamente logró escapar.

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Crisis migratoria en Lampedusa.
Crisis migratoria en Lampedusa – Sección especial.

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