Tras los fallecimientos, en unas semanas, de los exjugadores Gianluca Vialli y Sinisa Mihailovic por un cáncer de páncreas y por leucemia respectivamente, vuelven las sospechas sobre el calcio de los años noventa.
Poco antes que Vialli muriera, el presidente de la Lazio, Claudio Lotito, encendió la alarma. Hace unos días Dino Baggio, uno de los que enfrentaron a los dos en las canchas de esa época ha declarado sus pesadillas: ha recordado que entonces no eran nada más que chicos que confiaban en los entrenadores y en los preparadores atléticos.
Beber integradores continuamente por ejemplo, era visto como algo que simplemente mejoraba las prestaciones
Brambati, otro jugador de los años de oro de la serie A, recuerda que tomaban pastillas como caramelos. Y que si a caso expresaban alguna perplejidad los entrenador se enfadaban. Así que también los recuerdos de Florian Radociou, exdelantero, son bastantes aproximativos: “Antes de los partidos nos daban un suero rosado”. Algo que recuerda las palabras de un jugador de la generación precedente, Nello Stelluti, muerto en el 2003: “Antes del partido tomábamos un café raro”.
Sin embargo, pese a las presiones, fue precisamente un entrenador, Zdenek Zeman, quien se atrevió a denunciar lo que estaba pasando en los vestuarios de los equipos de futbol. En una entrevista nombró a Gianluca Vialli y de Alessandro Del Piero, dos estrellas continentales. Era 1998 y pidió que el fútbol saliese de las farmacias. No fue tomado muy en serio. El doping era considerado algo que tenía a que ver con otros deportes.
La muerte de Andrea Fortunato, joven defensor de la Juventus, por leucemia tres años atrás había sido considerada un drama personal. Andrea Borgonovo, delantero del Milan y de la representativa nacional, moriría de la misma enfermedad unos años más tarde.
Son solo las víctimas más famosas de una estadística que es cada vez más difícil hacer por causalidad. Respecto a la Esclerosis lateral amiotrófica los jugadores tienen una tasa de enfermedad mucho más grande del resto de la población.
Se debe en cambio a paro cardiaco la muerte de Davide Atzori, capitán de la Fiorentina en la noche previa de un partido y la de Piermario Morosini, del Livorno, cuyo corazón hace 10 años se detuvo en el medio de la cancha, entre el desconcierto del publico.
Seis años después de la denuncia de Zeman, en el 2004, un tribunal de Túrín condenó el médico de la Juventus, Riccardo Agricola, por haber suministrado fármacos peligrosos.
En 2019 la suprema corte confirmó que hubo fraude. Durante el proceso, el fiscal relevó que entre 1992 y 1998 el gasto por medicinales de la Juventus cuadruplicó. Hoy en día muchos de los doctores que ejercen en los equipos del calcio son lo mismos de entonces.
Bastante como para quitarle el sueño a una generación de ídolos.