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Italia, de la alegría al llanto: un país que vive al borde de la tragedia

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Teleférico.
Teleférico. (Bomberos)

Este domingo 23, Italia se estremeció hasta los huesos al ver las imágenes de una cabina de teleférico destrozada luego de caer entre 15 y 20 metros y estrellarse con el suelo.

Una decena de muertos, contando un niño de 9 años y parejas muy jóvenes, fue el precio que tuvimos que pagar esta vez en un país donde la infraestructura flirtea con la tragedia a cada minuto.

Anoche, el país se había ido a dormir con una alegría compartida por haber ganado el Festival Eurovisión tras 30 años de sequía

Aunque aquel logro artístico parezca menor, esas pequeñas victorias contribuyen a la construcción de una identidad colectiva de orgullo nacional, que no es poca cosa tras más de un año de asedio pandémico. Un año donde Italia fue portada de todos los diarios del mundo por haber sido el foco occidental del coronavirus.

No eran pocos los que en la noche del sábado, ostentaron jocosamente haberse sentido orgullosos de que el continente hablara positivamente de nosotros. Los jóvenes del grupo musical Måneskin habían conseguido lo que, por dar un ejemplo, la selección nacional de fútbol no hado en muchos años.

Sin embargo, apenas 12 horas después, la noticia de la caída del teleférico nos daba el duro el golpe de la realidad

Parece que el eterno elogio de que Roma, y el resto del país, es un museo al aire libre se convirtió en una maldición. Las autoridades se relajaron en ese lema y libraron la infraestructura del país al azar del clima y del paso del tiempo sin ningún tipo de control. Total, ¿qué importa? El atractivo de Italia es ser un país viejo, habrán pensado.

Cualquier cosa puede pasar en Italia: que el Morandi, uno de los puentes más icónicos del país, se derrumbe y mate a decenas personas, que colapse el frente de un comercio y mate a una mujer y sus hijos o que no nos alcancen los dedos para contar adolescentes muertos y heridos tras una estampida en una discoteca con deficientes salidas de emergencias.

Además:  El video del momento exacto de la tragedia en la discoteca

Nos acostumbramos a tragedias que pudieron ser evitadas. Palabras que no elijo yo, sino que el mismísimo papa Francisco escribió en una extensa carta al cumplirse un año de la tragedia del puente Morandi en Génova: “Frente a eventos de este tipo, el dolor causado por las pérdidas sufridas es insoportable y no es fácil de aliviar, al igual que el sentimiento de no resignación ante un desastre que podría haberse evitado es comprensible”.

La eterna Roma tiene un metro en el que muchos arreglos se hacen sin la menor lógica, si es que se hacen. Uno se siente más seguro en ruinas romanas que en la propia metropolitana, donde una escalera se puede desplomar y dejar una montaña de heridos.

Todo parece estar atado con alambres, con gestiones públicas que presentan la poda y cortar el césped como una hazaña de gestión pública.

La obra polémica.
La obra polémica.
Además:  El video del momento del accidente en el metro (imágenes sensibles)

Es urgente que el país inicie la faraónica tarea de supervisión de infraestructura. Camiones circulan por los mismos puentes que fueron construidos hace décadas para vehículos que cargaban una fracción del peso.

El teleférico de la tragedia en Piamonte había pasado con éxito la última revisión técnica profunda en agosto de 2016. Los italianos comienzan a desplazarse y a prepararse para el verano tras el relajamiento de las restricciones y el país es una trampa en el que un momento de descanso puede convertirse en una la próxima tragedia evitable.


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