La noche del 4 de mayo de 2023 fue tan esperada como soñada para los napolitanos. Treinta y tres años tuvieron que pasar para que el Napoli vuelva a conseguir un scudetto. Ya aquella mañana, los locales habían desterrado de sus diálogos el ciao, grazie, prego o arrivederci. Cada vez que uno entraba a algún lugar, absolutamente todas las frases empezaban y terminaban con un: “Forza Napoli!”.
Los napolitanos hablaban en capicúa, deseosos de soltar ese grito contenido por décadas
Futbolísticamente, el Napoli rompió con el oligopolio de la Juventus, el Inter y el Milan por tercera vez. Basta con mirar el listado de campeones de la Serie A para entender lo histórico que es este ‘scudetto’ y el camino que abrió Diego Armando Maradona.

Pero es mucho más que fútbol. Los dirigidos por Luciano Spalletti —ya idolatrado al igual que el presidente, el cineasta Aurelio De Laurentiis— podrían haber festejado de local unos días atrás contra Salernitana en el clásico del sur. Sin embargo, un empate que le marcaron sobre la hora postergó todo.
Quienes se rigen por los decálogos del fútbol alrededor del mundo lamentan que la celebración haya sido de visitante, pero en Nápoles no se sigue ningún manual. Es más, haber conseguido ese tan esperado campeonato bien en el norte del país, en Udine, en la región de Friul-Venecia Julia, no hizo más que inflar el pecho de millones de napolitanos.
Después de 33 años, los informales, los extrovertidos, los desprolijos y verborrágicos daban la vuelta olímpica en una de las economías más desarrolladas del país
Como si a la película le faltase algo más, el gol del scudetto lo marcaba la mayor estrella del club, Victor Osimhen, un nigeriano de apenas 24 años con el pelo teñido de un amarillo flúor que sobrevivía en África en basureros y vendiendo bebidas en los semáforos.

Del villero argentino al nigeriano huérfano
No ganó sólo el fútbol. Ganó la dignidad napolitana. Ganó la resistencia. Ganó la fraternidad. De Laurentiis lo tituló “el scudetto de la honestidad”.
El Napoli se coronó campeón con una Juventus sancionada por manejos irregulares de fondos con una quita de 15 puntos que luego fueron restituidos, pero que ni aún así le alcanzaron para acercarse al líder de la tabla.
El presidente del club lamentó las veces que pudieron haber sido campeones años atrás, pero que fueron “penalizados”.
No hay oportunidad en la que alguien viaje a Nápoles y desde Roma —para no irse mucho más arriba— no le lancen: “Cuidado, están todos locos”. ¡Pues sí, están locos! La ciudad es un desfile incesante de motos y gritos.
Los napolitanos viven de puertas para fuera. Es usual ir caminando y que las puertas de las casas en planta baja estén abiertas de par en par y que uno al girar la cabeza vea inevitablemente el seno familiar: la cocina, la mesa en donde todos comen o incluso una cama matrimonial a 40 centímetros de la vereda.
Calefones en plena calle y ni hablar de los tendederos de ropa. Todo está afuera. El amor está afuera, no se esconde. Treinta y tres años habían pasado del segundo scudetto gracias a la magia del Pibe de Oro, quien sigue presente en la vida de cada napolitano y en cada esquina de la ciudad.
“Chi ama non dimentica” —el que ama no olvida— no es un eslogan. Es acaso la declaración de amor más leal de todos los tiempos
Esta icónica frase es una descripción literal del lugar. Treinta y tres años de recuerdo intacto. Nápoles es Maradona y Maradona es Nápoles. Maradona se la apropió cuando llegó y desde entonces Nápoles se apropió a Maradona para el resto de la eternidad. Me corrijo, aquí no es Maradona, es Diego.
Fue ese argentino el que le puso palabras a una verdad silenciada. La discriminación del norte sobre el sur. El racismo en la sociedad italiana. “Yo sufrí como el napolitano que es discriminado”, dijo alguna vez.

Y pese a que ya pasaron tres décadas de aquel despertar, la sociedad italiana sigue sumida en un racismo que trepa hasta los más altos niveles gubernamentales, donde ante el crimen a sangre fría de un africano, hay quienes no lo condenan enérgicamente.
Es en esta Italia donde la máxima estrella del Napoli es Osimhen, el goleador de esta temporada de la Serie A, el flamante ídolo de los napolitanos y el que todavía insiste con aquella bandera que levantó Diego.
El scudetto del Napoli es mucho más que una victoria futbolística. https://t.co/D41PikvziF pic.twitter.com/qFGjuIt9rx
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“En Nápoles no he sufrido el racismo porque allí los blancos y los negros se consideran hermanos, a diferencia de otras ciudades en las que he estado”, dijo el jugador.
Osimhen: “Nunca dejaré de decir que el racismo es una mala enfermedad. Y no quiero exagerar, pero también puede empujar a la gente al suicidio. Haré todo lo posible para combatir el racismo”.
Meses atrás, en Verona, en el Véneto, sufrió ataques racistas tras poner en ventaja al Napoli. Después de marcar, el nigeriano corrió hacia el banderín del tiro de esquina y comenzó a celebrar ante una catarata de insultos. El desprecio era tan grande que Spalletti tuvo que hablar con el cuarto hombre.

El delantero que hoy vale entre 70 y 100 millones de euros nació en Lagos (Nigeria) y se crió recolectando cosas en un basurero. Su mamá murió cuando tenía 6 años y, como Diego, nunca tuvo una vida fácil junto a sus cuatro hermanas y dos hermanos: “Todos vivíamos en una habitación. Mis padres estaban luchando para pagar el alquiler y el resto”.
“Cuando murió mi madre, yo tenía 6 años. Mi padre perdió su trabajo justo detrás. Era el fin del mundo para nosotros”, compartió en una entrevista tiempo atrás.
Osimhen encontró sus primeros botines de fútbol en el vertedero de Oregun y jugó con ellos hasta que entró a la Ultimate Strikers Academy, la escuela de fútbol más famosa de Lagos.
Mientras crecía su pasión por la pelota, tenía que trabajar para sobrevivir, como millones de niños en Nigeria: “La única solución son los trabajitos, ya los 6 o 7 años te tienes que ir”.
En su caso, era vender botellas de agua en los semáforos, trabajar en obras de construcción y en los basureros.
Como a Diego, el fútbol lo salvó. Y como a Diego, Nápoles lo acogió e idolatró
Explota el Diego Armando Maradona con el empate del Napoli. pic.twitter.com/lKJdiYhYfn
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Una lesión y la máscara que se convirtió en el símbolo de la ciudad
Todos los souvenirs que uno se pueda imaginar con alguna imagen de Maradona, en Nápoles existen. Pero a esta colección se suma un objeto que visten casi todos los niños, y adultos, de la ciudad: la máscara negra de fibra de carbono que todavía usa Osimhen.
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Fue en noviembre de 2021, durante el duelo entre Nápoles e Inter, cuando el delantero chocó su rostro en el aire con el defensor Milan Skriniar.
Los exámenes médicos revelaron múltiples fracturas del hueso en el área del ojo izquierdo. La cuenca del ojo quedó literalmente hecha polvo
El nigeriano tuvo que someterse a una operación de más de tres horas y media en la que colocaron seis placas y 18 tornillos para cerrar las fracturas.
Tuvo que renunciar a disputar la Copa de África y desde entonces usa la máscara protectora en todos los partidos. Claro, que ahora es mucho más delgada y pequeña y ya no cumple la función de contener las heridas, sino apenas la de proteger la zona.

Hay quienes dicen que la continúa usando por el temor que le quedó luego del traumático choque o bien puede que simplemente sea una cábala.
Lo cierto es que la máscara ya es todo un símbolo de los napolitanos en adoración a su superhéroe
Una ciudad vestida de fiesta
Nápoles estaba engalanada desde hacía semanas debido a la enorme diferencia de puntos que el equipo acumulaba con sus escoltas. La alcaldía había vestido las calles con banderas y colgantes celestes y blancos. Los rostros de los jugadores y del entrenador, por doquier.
Napoli amaneció silenciosa y terminó con una fiesta que duró toda la noche por el tercer scudetto después de 33 años. Forza Napoli! ¡Campeones! pic.twitter.com/S6SQsrIpDC
— AhoraRoma.com (@AhoraRoma) May 6, 2023
Las históricas pizzerías del centro histórico colmaron sus calles con banderas publicitarias para agradecer al equipo. La gente de a pie hizo el resto.
Caminar por Nápoles en estos días es abrir la puerta de un salón de fiestas donde se celebra el cumpleaños de un niño. Un salón colmado hasta el infinito de cotillón, pero que por las noches se cubre por una intensa nube celeste o roja por las miles de bengalas que se encienden para celebrar y que dificulta ver e incluso respirar.

Nápoles vuelve a demostrar una vez más que no sigue ningún manual. Que lo popular se mezcla con la élite. De la fachada del Real Teatro di San Carlo, como fue bautizado originalmente por la monarquía borbónica, cuelga una pancarta que celebra: “La ópera de las óperas… ¡Napoli, campeón de Italia!”. Está orgullosamente firmado por los trabajadores del teatro real, vecino a la plaza del Plebiscito.
Es el carnaval de los campeones. El carnaval de la honestidad. Bienvenidos a la fiesta del sur, en donde prometen que esta vez los festejos no se tomarán un descanso de tres décadas. ¡Forza Napoli!
