En las pasadas elecciones, Italia Viva, partido liderado por el ex presidente del Gobierno Matteo Renzi y Azione, guiado por Carlo Calenda, dieron lugar a lo que fue llamado el tercer polo. Fue presentada como una alianza liberal democrática, con un enfoque que supuestamente miraba más a la competencia que a la ideología.
Además de exponentes con una parábola en el Partido Democrático, contó con figuras con un pasado en el partido de Forza Italia, como las exministras Mariastella Gelmini y Mara Carfagna.
Ajena a derecha y a izquierda, la alianza no fue más allá del 8% de los votos. No mucho, pero, según los dirigentes de los dos partidos, el primer paso hacia la nacida de una formación centrista que tenía como modelo a Emmanuel Macron, el presidente galo. Un modelo de éxito que resultó nada fácil a seguir, como demostraron las derrotas en las sucesivas elecciones administrativas.
Muchas cosas más pasaron, no todas claras. Hay rumores que apuntan a la gestión de los fondos, pero los reproches recíprocos parecen quedarse en la superficie.
Calenda se queja que Renzi había asumido el cargo de director del diario el Riformista sin ponerlo al tanto. Los de Renzi acusan a Calenda de considerarse casi un monarca del nuevo partido.
La rabia llegó a sacar argumentos guardados durante meses, como el respaldo de Renzi a la elección de Ignazio La Russa como presidente del senado, los enlaces entre el mismo Renzi y el príncipe árabe Bin Salman y las relaciones de Renzi con los servicios secretos y la magistratura.
Renzi, en cambio, más parco en declaraciones, ya habría pasado página y estaría a punto de formar grupos distintos en las dos cámaras.
Un final que, conociendo a los dos contrincantes, muchos observadores veían venir desde hace tiempo.
