El ministro de Asuntos Exteriores, Luigi Di Maio, publicó una carta para Diego Armando Maradona, recordando su infancia y las alegrías que el ídolo mundial le dio a Nápoles, como ciudad entera más alla del club Napoli.
La carta de Di Maio a Maradona
Siempre será objeto de un culto a la personalidad. Signo de un hombre que nunca ha buscado honores por sus esfuerzos. Diego Armando Maradona no solo fue el mejor futbolista de todos los tiempos. Maradona era fútbol. Alguien escribió que Dios llamó a su mano.
Ante la noticia de su muerte, volví a sumergirme en mi infancia. Un laberinto de cuerpos y voces que nos estremecía a todos. Los recuerdos no pueden ser claros. Después de las celebraciones del segundo scudetto del Napoli, tenía 4 años. Pero ese ambiente que arrastraba Diego con él nunca nos ha abandonado. Queda impregnado en nuestros cuerpos, en sonrisas, en dolores. Júbilos, esperanzas y deseos de redención se mezclaron, transmitiendo una nueva energía y todo el espíritu napolitano.
Los recuerdos borrosos son los más emocionantes porque te esfuerzas por concentrarte en sentimientos que aún no conoces. Y para mí están vinculados a Maradona, cuya presencia siempre estuvo ahí, rondando entre almuerzos, tertulias familiares y juegos para niños.
Un personaje con sabor a cuento, que ha sabido convertir el fútbol en arte y hacer del deporte una cultura popular.
Al crecer, mis primeros recuerdos se convirtieron en una especie de antología que hay que guardar celosamente y enmarcar en la conciencia de que el alma de Maradona y el corazón de Nápoles permanecerían visceralmente vinculados en la historia.
Una historia en la que las dimensiones individual y colectiva se entrelazan, en una alternancia casi obsesiva de calma y tempestad, hasta convertirse en un solo cuerpo. No podemos pensar en Maradona sin evocar a Nápoles. Pero en cada rincón de Nápoles se puede sentir la devoción por Diego.
Juntos hemos logrado triunfos con una euforia abrumadora. Pero sobre todo, con dignidad. La misma dignidad que a Maradona le hubiera gustado dar a los más pequeños. La de Diego y nosotros fue una maravillosa historia de pasión, de la que hoy vale la pena contar los colores, los olores, las imágenes. Como vienen. Como llegan. Repentinamente.
