Es la principal ciudad del sur italiano, y bien vale la pena llegar hasta ella para un fin de semana. Consejos y tips para pasar dos días inolvidables en una de los puntos más bellos de Italia.
Cómo llegar
Nápoles está bien muy bien conectada con el resto del país, ya sea por bus, tren o avión. En los dos primeros casos, los servicios finalizan en la estación terminal Plaza Garibaldi, en tanto, el aeropuerto está a tan solo cinco kilómetros del centro. Bastante cerca.
Dónde alojarse
En Nápoles me hospedé durante una semana en el hostel Naples Experience, ubicado a doce minutos a pie de la Plaza Garibaldi.
Por un lado lo recomiendo porque es muy barato, cerca de 10 euros la noche (sin incluir el impuesto al turista, que es de 2 euros); y por el otro, me encantó el ambiente que allí se respira. Es que durante la noche podés cenar con el resto de los huéspedes en el comedor y degustar la exquisita pasta que allí preparan. Sólo será necesario pagar lo bebida (una Peroni, por ejemplo, cuesta 3 euros).

Qué visitar
Como toda ciudad europea, Nápoles tiene en su centro histórico uno de los principales atractivos. Pero atención: es el más vasto de Europa, por lo que será necesario caminar mucho para conocerlo en su totalidad. Tip: ropa cómoda y zapatillas, dado que tiene pendientes muy pronunciadas.
En la ciudad hay más de 300 iglesias, pero las más atractivas e importantes son las de San Gennaro (santo patrono de la ciudad), Giorgio Maggiore y San Giovanni Maggiore, cuyas edificaciones datan de los Siglos IV y V.
Uno de los recorridos que te recomiendo es desde la avenida Toledo, en la Plaza Dante hacia la costa. Son cerca de 15 minutos de caminata entre locales comerciales y restaurantes, para desembocar en una peatonal llena de negocios de todo tipo.
Sobre el final de la avenida, se ubica la galería Humberto I, muy similar a la que se encuentra en Milán, con techos altos de vidrio y hierro, y repleta de comercios de alto nivel. Fue construida entre 1887 y 1890.
Justo en frente, se encuentra la Plaza del Plebiscito, la principal de Nápoles. Allí se encuentran el Palacio Real y la Basílica de San Francesco de Padua, similar al Panteón de Roma.
Te propongo llegar hasta la estación de metro Toledo, y bajar para conocer unas de las estaciones más majestuosas de toda Europa.

Y ya que estás, tomar el metro y dirigirte hasta la estación Vanvitelli (siempre en la línea 1), en el barrio de Vomero, uno de los más exclusivos de la ciudad. Es muy agradable pasear por sus coquetas calles, muy distintas a las del resto de Nápoles, pero lo mejor es dirigirse hacia el Castel Sant´Elmo, donde se obtiene una visión panorámica única.
De hecho, es un buen plan visitar el museo que alberga este castillo medieval, desde cuya terraza se consigue otra gran visión panorámica 360 de toda Nápoles. La entrada cuesta 5 euros.

Luego, podés bajar por las escalinatas que descienden desde uno de los miradores del Vomero, a metros de la entrada al Castillo. Las mismas conducen hacia otro de los puntos del centro histórico, y se abren paso entre casas y edificios.
Otro de los puntos a conocer son el “Barrio Español”, donde los edificios se amontonan y apenas dejan lugar para que un auto pase entre ellos; y Via dei Tribunali, pleno centro histórico de Nápoles.

Qué comer
La diversidad es enorme, ya sea platos dulces como salados. No importa si es hora del almuerzo o la cena, la pizza siempre es perfecta. De hecho en Nápoles se jactan de hacer la mejor del mundo, dado que ellos fueron nada más ni nada menos los inventores de este típico plato italiano.
La pizzería de Da Michelle es la más visitada por los turistas, aunque para mí no es la mejor de la ciudad. Entre las más deliciosas, se encuentra la de Gino e Toto Sorbillo. ¿Las especialidades? Margherita, marinara, buffalina… más sencillo: todas valen la pena ser probadas.
Otra opción para degustar mientras recorrés la ciudad son los aranccini. Son croquetas fritas hechas de arroz y queso, cuyo color anaranjado se logra gracias al uso de azafrán. Llenan el estómago, así que no los subestimes. Cada uno cuesta 1,5 euros. No son estrictamente napolitanos, sino más bien sicilianos, pero su oferta en la ciudad abunda.
Otra, es la pizza frita. La verdad… no es algo que valga tanto la pena. Al menos a mí no me pareció nada del otro mundo, pero no está de más probarla. Una porción cuesta cerca de 3 euros.
Para los amantes de lo dulce, la sfogliatella es algo típico y exquisito, ideal para comer con un capuccino a la tarde. Los mejores se encuentran en la cadena de panaderías Leopoldo.
Aunque si son más de lo salado, lo mejor son los taralli, los cuales van muy bien acompañados por una cerveza o el típico aperitivo spritz.
En verdad, Nápoles es una ciudad encantadora y tiene tantos atractivos que seguramente fui injusto en la elección, dejando sitios que para otros son imperdibles. Lo cierto, es que como dicen sus habitantes: “Visita Nápoles, y luego puedes morir”.