Hay veces que nos guardamos lo que pensamos. Se entiende en ciertos contextos, como decir una opinión inoportuna en determinado lugar, pero están los otros silencios, los que dañan (ya sea a uno por tragar saliva o por el mensaje que contienen) o que iluminan. ¿Cuántas veces alguien hizo bien su trabajo y no nos animamos a soltar una felicitación? Por suerte, el encargado de la casa de enmarcaciones de la ciudad de Bariloche (Argentina) no lo dudó, y le preguntó a Yamila: “¿Pensaste en dedicarte a esto? Tenés talento”.
Su apellido es Zabaljauregui, tiene apenas 23 años, es del sur de Argentina, y hace poco finalizó la tesis para convertirse en licenciada en Diseño de Interiores. Y al contrario de lo que le sucede a muchos jóvenes recién recibidos que buscan una salida laboral en lo suyo, a ella el destino la situó en el dibujo de autos clásicos, los cuales la llevaron a exponer sus obras en Italia y Suiza. Y todo en menos de un año.

–¿De dónde viene tu pasión por los autos?
–Mi abuelo fue mecánico, y a mis padres le gustan los autos. Cuando estaba en el secundario, mi papá se compró una Fiat 800 Coupé y mientras lo restauraba se la pasaba hablando de los autos y yo le decía que parara un poco. Pero de chiquita me gustaban igual. Por ejemplo, cuando tenía los cumpleaños de mis compañeritos y mis papás le compraban autitos para llevarle de regalo, les decía que no tenía ganas de ir para quedármelos.
–¿Y la del arte?
–Desde chiquita amé pintar. Soy licenciada en Diseño de Interiores —egresada de la Universidad de Mendoza—, y en esa carrera me reencontré con el dibujo. Pero con los autos empecé como un hobby. El primero que hice fue la Coupé 800 de mi viejo, durante las vacaciones de la facultad en Bariloche. Era una manera de relajar. Y así empezó.
–¿Por qué ese auto?
–Porque se lo quería regalar, pero terminó guardado por cuatro años. Cuando volví a Bariloche ya recibida, entre toda la mudanza encontré los dibujos. Le mandé una foto a mi hermana y ella me propone enmarcarlos y regalárselos finalmente aprovechando que se venía el Día del Padre. Cuando fui al local, su dueño me preguntó si no había pensado en dedicarme a eso. Son esas preguntas que te despiertan la inquietud. Y de ahí empecé a dibujar más en serio. Justo se venían las Mil Millas en Bariloche y contacté a la organización para saber si podía hacer una exposición. Mi propuesta les gustó y ahí empezó todo.
–¿Cómo llegaste a Europa?
–Fue un golpe de suerte. Cuando empecé a dedicarme con los dibujos armé una web y perfil de Instagram. Así fue que me contactaron de Saint Moritz, Suiza. Me dijeron que les gustaba mi trabajo, que en septiembre iban a realizar una semana del automóvil, y que si estaba de acuerdo, proponían la idea al comité para que participe de una exposición en Suiza.
–¿Y a Italia?
–Participé en un concurso que organizaba el Moto Club Achille Varzi de Galliate, en honor a Achille Varzi —piloto de esa ciudad nacido en 1904, y uno de los primeros grandes volantes del automovilismo—. Hicieron un concurso abierto a artistas de cualquier nacionalidad, ya sean amateur o profesional y sin limite de edad. Eso fue a mitad de este año. Hice una obra, la mandé y fue admitida. De hecho, estuvo expuesta en el Castello Sforzesco di Galliate por tres meses, y finalizó segunda en el concurso Premio Varzi in Arte. Esa obra la doné al club, y ahora quedó en Italia.

–¿Cuáles son los tres trabajos propios que más te gustaron?
–Es difícil… pero el que más me costó fue la primera moto que me encargaron, una Tirumph TR5T Trophy Trail 500 que tenía muchísimo detalle, y debía hacerla sobre una hoja chica, de 35×35 centímetros. Pero los que más me gustaron son la Ferrari 250 GTO y el Porsche 911.

–¿Cuándo ves un auto, qué te sugiere?
–Libertad. Pero desde el punto de vista de diseñadora, me encanta pensar que mucho tiempo atrás también hubo una persona con un lápiz y papel imaginando la carrocería para llevar adelante la máquina.
